Widget

martes, 9 de febrero de 2010

O CARIOCA ZÉ PELINTRA

Dice la leyenda urbana carioca, que José dos Santos, habiendo sido un mulato fuerte que comenzó su vida social trabajando en la estiba del puerto de Río de Janeiro, luego, por circunstancias de la vida -esa vida a veces negada en muchas oportunidades en esos años, para aquellos que pertenecían a una clase social “baja”-, cambió de rubro, dedicándose por entero a la “rua”, con todo lo que la calle implicaba: bebida, mujeres, timba, navajas; convirtiéndose en un erudito del sexo y la canción, en todo un profesor de filosofía popular, en un excelso catedrático de la bebida y el juego de azar.
Carioca él... tan carioca, que luego de su muerte, que unos dicen fue por infarto en la vía pública, otros por puñaladas de una mujer, sus opuestos insisten que fue por las puñaladas del “macho” de dicha mujer, otros más, dicen fue a manos de la policía en un enfrentamiento callejero, donde no le dieron tiempo a levantar la pata para deslizar con agilidad gatuna sus golpes de capoeira, ni ángulo suficiente para desenvainar su navaja.
No faltan quienes dicen que murió de viejo, achacoso de los huesos, pero con la mente lúcida hasta el final, dando ideas, consejos y sugerencias al mujererío que agradecido de un pasado noble, lo atendía hasta su final.
Pero, no faltaron quienes argumentaron que algunos espíritus, o dioses, tupinambás o africanos, vinieron a buscarlo, próxima su muerte, para llevárselo con ellos, y metamorfosearlo en la entidad que más tarde reaparecería, en los terreiros de la novel Umbanda carioca (en ese entonces no existía otra que la carioca) para delirio y eufórica alegría del pueblo pobre, que en sus años fuertes él supo proteger y comandar, alentándolo a disfrutar de la vida, a pesar de la opresión del sector social rico y poderoso.
Tanto así, que a pesar de haber sido atraído hacia las sesiones de Umbanda, conociendo su personalidad, algunas escapadas se hacía hacia la noche del puerto, cayendo como peludo de regalo en alguna vieja y tradicional macumba, predecesora de la muy moderna Umbanda, dando apoyo y alegría a las pretas velhas de esa estirpe, y compartiendo algún trago con los pretos velhos, de esa misma gala de espíritus nobles.
A raíz de sus deslices, antes y después de la muerte, casi casi, como que se estableció en forma natural y espontánea, una forma de culto propio de Zé Pelintra.

"Malandro da Rua" (por: João do Rio)

Ese “señor del farol” o: “Don Farolito”, trajeado en su ambo blanco inmaculado, con su corbata carmesí, su clavel del mismo color en el ojal, sombrero ladeado, para esconder la furtiva mirada disimulada y escrutadora de miles de situaciones callejeras, en la típica figura del “malandro”; el anti héroe que a los Yankees les costó muchos años más para inventar en el cine. Claro, el yankee no tiene el clima carioca, y la reproducción, hasta de ideas lúdicas, cuesta más en germinar y fructificar.
Más tarde, vinieron las diferentes facetas de su personalidad, de terreiro a terreiro, de medium a medium, de clase social y raza, a otras.
Recién entonces, es que por primera vez, saliendo de Río en viaje –cosa que en vida nunca pudo ni quiso hacer- llega al catimbó. En realidad, el catimbó fue el que se acercó a las áreas urbanas, por hambre, por trabajo, por sequedad de ese territorio sujeto desde siempre a los caprichos del clima, y allí lo conocen, Y allí lo invitan a que visite su territorio rural.
Allá, en el catimbó, en medio de la caatinga, se encontró con la noble estampa del curtido indígena, y con sus valores culturales. Allí, evidentemente, no podía timbear, ni beber hasta la borrachera, entonces optó por “convertirse” en “doutor” (doctor de medicina popular, de leyes, de consejos, y de la vida).-

Opera do Malandro (por: Chico Buarque)

Ya acrecentada su fama, dados los post grados recibidos en Umbanda y Catimbó, algunos usurpadores, pretendieron incluirlo en otras formas de culto a los que, de acuerdo a su tiempo, tanto espiritual como posiblemente terrenal (sobre la base del supuesto José dos Santos), no pertenece ni ha de pertenecer nunca, ya que el pájaro ni trina debajo del agua, ni el pez puede soportar un balanceo, aleteando, en la copa de un árbol…
Pero, como sobre gustos hay de todo, y como las ideas del hombre pueden ser magníficamente fantasiosas, valga la excepción de Zé Pelintra en algunos lugares fuera de la órbita de la Umbanda y el Catimbó. No se conforma quien no quiere; y hay, justamente, “para todos los gustos”…

numo

No hay comentarios: