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sábado, 6 de febrero de 2010

De Sirenas, curas, y pescadores africanos en Bahia


Dorival se inspiró y, quizás recordando las historias de su propia vida bahiana, cantó mientras pulsaba la melodía en la guitarra: “Día dos de Fevereiro, día de festa no mar; eu quero ser o primeiro, pra salvar Yemanjá!”
Agrega en su canto, que le ofrece un papelito, una cartita, que tira al mar, al amanecer de ese día, en la que pide a la reina del mar. Cree escuchar, y lo agrega en su canción, que la reina le indica tener paciencia…

El barrio de Río Vermelho es caluroso; más aún el dos de febrero, a toda hora.
Entre la estación estival y la multitud que empieza a pavonearse, como sonseando entre sus calles, todos rumbo a la Casa del Peso, viejo edificio cercano al puertito de pescadores, que en aquellos tiempos aún no tecnificados, poseía una balanza donde se pesaba la pesca que bajaban de los saveiros y balaios, los noctámbulos pescadores artesanales bahianos. La Casa del Peso, dejó de pesar pescado, pero mantuvo su vida, a expensas del pejí instalado allí por un “atrevido” babalaô de también aquellos tiempos, al que anexaron, del lado de afuera, la estatua en piedra de la sirena votiva de la idea de
Yemanjá. Y tanto a la estatua como al pejí, concurren los creyentes a depositar sus ofrendas, en espera de la hora en que los saveiros y los balaios de siempre han de soltar amarras y mandarse mar adentro con dichas ofrendas para el Orixá. Quienes pueden pagar una suma de dinero, podrán también embarcarse junto a sus respectivas ofrendas; no son muchos los que recurren a esta opción, pues sus presentes para la Reina ya están “bendecidos” “santigüados” y correctamente “dedicados”, al haber estado durante algunas horas –las de la noche anterior y los primeritas del mismo dos de febrero- a los pies del pejí de la Casa del Peso.
Entre los creyentes y los molestos curiosos, la multitud logra la magia de una aumento de la temperatura ambiente, de por sí cálida.

El barrio de Río Vermelho tiene su aroma particular; a pescado, a aire de río mezclado con aire de mar; y en ese día, ese aroma recibe una nueva mezcla, provocada por la enorme cantidad de flores que esperan allí, a ser también embarcadas como parte importantísima de las ofrendas.
Entre olor de pesca y aroma de flores, no es posible describir por medio de una idea o comparación, el resultado aromático. Sólo estando allí, se puede apreciar y guardar para siempre en la memoria.

La Mães de Santo recién llegan al amanecer.
Distribuyen tareas entre sus hijos y se dedican a mentalizar y espiritualizar la tarea que tendrán por delante, cada una de ellas de acuerdo a su criterio ancestral.
Algunas, embarcarán allí mismo; otras, quedarán custodiando el pejí; otras, se irán a otra parte, buscando sus propias embarcaciones o acercándose a la orilla del mar en otra parte de la única y espléndida orla bahiana.
no sin antes, cada una de ellas, mojar sus manos,
sus labios y su cabeza, con el agua de la fuente que se encuentra al lado del pejí.

Yemanjá; la reina del mar; doña Janaína, Princesa de Aioká del reino de las tierras misteriosas de la felicidad y la libertad; Inaê, la pequeña bonita; Maria, en un tenue sincretismo con la religión católica.

El dos de febrero en Salvador es feriado civil no laborable.

Dicen los viejos que, en Río Vermelho había una gran red de pesca, para el xaréu, tan abundante en esa parte. Parece que una vez, entre los xaréus, de tan grande que era la red, venía mezclada una sirena. El patrón del barco, dueño de la red, queriendo vivir en paz con la gente de abajo del agua, la soltó inmediatamente, devolviéndola a su mundo.
Muchos años después, su hijo, heredero de la red y del barco, nuevamente atrapó a un sirena, y al revés que su padre, la conservó, llevándola inclusive a asistir a misa en la iglesia del pueblo (capaz que la de Santana o la de São Gonçalo). La sirena estuvo todo ese tiempo llorando y avergonzada. Finalizada la misa, la fueron a soltar en la orilla del mar.
Desde ese día, nunca más se pescó un xaréu en Río Vermelho, por más que los pescadores siempre llevaban ofrendas para la Madre del Agua.
Dicen que por ello, la Casa del Peso, hasta retiró su balanza de allí, dejando de funcionar esa terminal pesquera.

Dicen que la piedra que se utilizó para construir la estatua a la sirena que está frente a la Casa, fue extraída de la playa de Canzúa, allí cerca, donde antiguamente había una gruta que se suponía era la casa de la sirena. Un sacudimiento la derrumbó, ya en el siglo XX, pero la roca de la sirena hasta hoy día está allí.
En esa gruta, se presentaban ofrendas también, más que en ningún otro lugar.
Y hoy día, hay quienes esperan la marea baja, para llevar ofrendas al lugar, que serán arrastradas mar adentro más tarde, al subir la marea.
La fecha en que se derrumbó la gruta, fue un 2 de febrero… y una idea trajo a la otra, incluso la mezcolanza de el día de Nuestra Señora de las Candelas, que en realidad está sincretizada con oxum…
Tanto así, que los pescadores iban a misa el dos de febrero, a las dos parroquias antes mencionadas, y luego de finalizada la misa, se dirigían al lugar de la gruta, para ofrendar a la sirena. Al cura no le gustó que entreverasen misa con ofrenda a una sirena, y perdió como en la guerra. Perdió feligreses, claro, porque los pescadores optaron por no ir más a misa ese día, pues consideraban más importante llevarle la
ofrenda a la sirena.

Más tarde, es que el candomblé comienza a aceptar esa fecha por similitud de secuencia, como día para conmemorar a su Yemanjá, también reina del mar, también protectora, también abastecedora de peces.
Y hoy en día, Yemanjá está presente en su agasajo, en toda la ribera bahiana; se la festeja en Plataforma, en Ribeira, en la península de Humaitá, en Gameleira, y, por supuesto, en el lugar de origen de la fiesta: Río Vermelho.


Numo soteropolitano

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