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jueves, 17 de junio de 2010

Secuencias y Consecuencias...

Secuencias y consecuencias indefectibles e infalibles del sincretismo en la sucesión de tiempos y espacios.


Tanto título se justifica tan solo para un tratado filosófico o, en su defecto, para la torpeza que nuestra cultura occidental ha demostrado durante años –
décadas- en su intención de comprender, justificar y, asimilar o rechazar el natural y espontáneo fenómeno cómodamente mencionado como sincretismo, al menos, dentro del ámbito religioso que nos compete.

Muchos han sido los que, a través de tanto tiempo, intentaron diluirlo, desvanecerlo, con dosis de explicaciones razonables, pero, carentes del fundamento principal que no es precisamente religioso, ya que surge naturalmente de todo proceso social y cultural, para luego recién, pasar a formar parte de un conjunto de valores religiosos y filosóficos, pertenecientes a cada grupo humano que se desarrolla por medio de múltiples factores (económicos, culturales, étnicos, espirituales, etc.) todos ellos dependientes del entorno natural en que se manifiestan y actúan.

Como sincretismo en sí mismo, el concepto siempre ha de depender de la influencia recíproca de dos o más formas culturales en sus encuentros y desencuentros; en sus coincidencias y antagonismos.

Por ello, es de suponer que la aceptación de su existencia, va a depender más de lo utilitario dentro de la sociedad humana, que de los caprichos filosóficos o religiosos de quienes sean.

En esta nuestra América, con sus países, pueblos, y características peculiares y absolutas, la influencia va más allá del factor africano y/o religioso. Comienza quizás con la llegada del español, el italiano y el portugués a estas tierras, con su bagaje de tradiciones, costumbres, simpatías y empatías, que inmediatamente se encontraron de diversas maneras, con las respectivas cualidades del autóctono americano, diseminado a su vez también en varios sectores, desde el norte de América, pasando por la América Central y, bajando por el altiplano hasta la Tierra del Fuego. En cada uno de esos sectores, hubo encuentros y desencuentros de la cultura cristiana (a la manera de los españoles, los italianos y los portugueses –cada uno en su propio estilo y concepción-) con Manitú, Inca, Pacha Mama, y todos los representantes culturales adoptados en distintas formas de fe, por cada uno de los integrantes de ese gran complejo social mencionado.

Por ello, es innegable que el primero en caer en el sincretismo fue el europeo, en una confusa intención de mantener utilitarias sus costumbres tradicionales, en un nuevo ambiente que sustentaba desde siglos las costumbres americanas, a manos de sus nativos.

Mucho más tarde, cuando aparece en pleno desarrollo en tráfico de esclavos desde África, es que se puede vislumbrar y apreciar el sincretismo que a su vez dichos africanos –por la misma razón y función que los anteriores- comenzaron a idear y aplicar en su vida social, ya insertos en el nuevo mundo.

El europeo llegaba con un equipaje multitudinario de costumbres cristianas impregnadas muchas de ellas por el arcaico paganismo autóctono de la Europa pre cristiana: celtas, godos, visigodos, francos, arios, etc. Cada uno de ellos, en la misma Europa, ya había sabido como adecuar una cultura con la otra; así, no muere del todo el paganismo, pasando a enriquecer in sito la nueva versión de cultura cristiana en gestación, dentro de la Europa Occidental.

Así -para muestra basta un botón-, podemos hacer mención de la vieja “simpatía” celtíbera que indicaba que, afeitándose el viernes de luna menguante coincidente con el equinoccio de invierno, el hombre se vería libre de las afecciones dentarias: no!, al “dolor de muelas”!; luego, habría que no afeitarse ningún viernes más en el resto del año, para recién repetir la idea al año siguiente, en la misma fecha y oportunidad.

Pues bien, con el correr de las ideas y el tiempo, en la medida que la cultura y los ritos cristianos se fueron adentrando y adueñándose de la sociedad humana, ese famoso viernes de luna menguante del equinoccio de invierno, se transformó cómoda y prácticamente, en el Viernes Santo, es decir, que dicha actitud mágica de los celtas, pasa a mezclarse (“sincretismo”) con la Semana Santa y, concisamente, con el Viernes Santo en si.

Y así llegó esa “simpatía” a América del Sur, como parte de la cultura tanto gallega como “tana” y lusitana, pero con la facultad de continuar siendo de características dinámicas y, por ello, no escatima recursos ni voluntad, para adherir en el Río de la Plata, con el agregado de la “oreja de negro”, fruto - semilla del timbó, de la que se tomaba uno, se envolvía en un paño y se guardaba como talismán entre las ropas, como anexo a la simpatía original de afeitarse en Viernes Santo.

En el recóncavo bahiano, pude ver algo similar, heredado de los arcaicos lusitanos colonizadores de esas tierras, con el carozo del cajá (fruto de la cajazeira), cumpliendo una función idéntica al del fruto del timbó.

Pero como si fuera poco, con el correr del tiempo (inexorable decantador de culturas!), en muchos ilé de candomblé, aparece la misma simpatía, anexada ahora y en ese caso a Oxalá, por el viernes, por Cristo, por el carozo de cajá americano, por los celtas y por la humanidad, y, llegado a ese grado, vemos al mismo hombre, desde su memoria ancestral múltiple, afeitándose un Viernes Santo, poniendo entre sus ropas un talismán de planta autóctona sudamericana, rezando a Oxalá, para no tener “dolor de muelas” en el transcurso del año… Sincretismo sumado a sincretismo, por razón múltiple de culturas, etnias y sociedades humanas, por sobre los dioses y las religiones…


Ergo, aquellas r
azones que con cabalidad han sido esgrimidas por quienes intentan desvirtuar y eludir el sentido de sincretismo dentro de la siempre fluctuante onda cultural venida desde África, si bien insisto, sus razones pueden resultar totalmente objetivas, la función social contradice al respecto esas posiciones, ya que es inevitable que el hombre reniegue subrepticiamente de las buenas costumbres adquiridas, surgidas ellas tanto de una cultura como de otras con las que se interrelaciona en su vida plena y cotidiana.

Stella de Azevedo, Mãe Stella, como ella misma gusta de hacerse llamar, por más que asume y reconoce profundamente su cargo, su jerarquía como Iyalorixá en el Ilé Axé d’Opô Afonjá (Salvador – Bahía), fue uno de los hitos que marcó en nuestra historia moderna, la intencionalidad de contrarrestar, neutralizar, y hacer desaparecer el sincretismo, hace unos veinte años, chocando contra el muro social de los propios adeptos a su Candomblé, que al notar el retiro de las imágenes cristianas de los altares candomblecistas, se sentían incómodos, carentes de una parte fundamental de sus principios heredados de generación en generación, dentro de un culto religioso autóctono del nordeste brasileño y, por tanto, impregnado de innúmeros valores aportados por las diversas culturas que lo conforman.

Está bien, hasta donde dice la Iyá: “Recen a Sta. Bárbara, pero no le realicen ofrendas dignas de Inhassã; Canten a Inhassã, pero no le adjudiquen la torre y la espada medievales europeas de Sta. Bárbara”.-

Tanto así, que luego de haber intentado prescindir de los elementos cristianos en el altar, al cabo de cinco años debió reponerlos, devolverlos a su lugar, para reacondicionar la sensación de desajuste provocada en la animosidad y subjetividad de los fieles…

La otra opción, la siguiente, fue mucho más efectiva y práctica: a partir de ese momento, ideó la posibilidad de establecer una escuela de enseñanza primaria, ubicada dentro del perímetro del amplio candomblé del Afonjá, en la que además de la educación laica y gratuita emitida a sus alumnos de ascendencia africana, se implantó la enseñanza de la lengua yorubá, para así ir retornando paulatinamente de manera práctica, a la cultura africana, sin zaherir los valores intrínsecos que dichos descendientes habían ido heredando desde sus generaciones predecesoras.

Mi propio Babalorixá, cuando se sentía exaltado emocionalmente, soltaba desde su ser interior, toda la monserga ijexá, con “puntos y comas”, tanto en lo dialéctico como en lo retórico, dada su ascendencia africana, pero sin olvidar, sin dejar de lado, jamás, su cualidad brasileña, dígase: sudamericana.-

El mismo Cristo, a pesar de sus detractores pacatos -muchos de ellos aparentemente emancipados de un Batuque también de origen brasileño-, menciona la virtud de saber convivir una cultura con otra, cuando menciona: “Dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”...

Es decir, que una vez que determinados valores y cualidades de las culturas mancomunadas pasan a formar parte de la cultura popular y general, demostrando además su utilidad práctica, puedan ser rechazados abruptamente, por medio de intenciones perfeccionistas que nunca tuvieron razón de ser. Sólo la misma evolución social lo hará permisible, de manera natural y espontánea, a través del tiempo y los cambios valorados, de acuerdo a las necesidades de la sociedad humana que sea.-

viernes, 4 de junio de 2010

Anatema de una Religión


Debido a las circunstancias de exaltada irrespetuosidad hacia toda una forma socio cultural, filosófica y, por si fuera poco, nada menos que religiosa –al menos esta última en lo que se refiere a un grupúsculo de personas que se auto denominan religiosos que, evidentemente no representan más que una mínima expresión del núcleo importante que manifiesta en Argentina su cadencia hacia Orixá en cualquiera de sus múltiples formas-, ahora sí, debo perder el sentido retórico y dialéctico que he sostenido y respetado hasta hoy, para verter abiertamente mis consideraciones respecto a la naturaleza de estos seres que no atisban una realidad contundente, dada su incapacidad intelectual y humana de interpretarla cabalmente, tanto, que debí ir aportando mis opiniones, por decisión propia y ancestral, a media tinta, a media vela, para no ofender drásticamente su triste existencia.

Siendo tan, pero tan pocas las nueces, el ruido que producen se ha convertido en un estridente chillido de ratas hambrientas y sedientas de fe, esperanza y sentido de caridad reales, más allá de sus aparentes burdas convicciones en lo que a la definición de esas premisas se trata.

La envidia de algunos pocos hacia muchos otros, cuando es expresada en un estilo pacato y exasperado, estribado en la grosería y el insulto, puede convertirse fácilmente en el apetito voraz de tantos otros que no sosteniendo una actitud de amor propio hacia lo que podrían ser sus convicciones de vida, y que fácilmente adhieren a una falsa causa socio-religiosa inspirada en fantoches que tratan de anexar a sus bolsillos una extra de dinero que no son capaces de lograr en la vida cotidiana del Aiyé, del mundo, del quehacer laico.

Habiendo estos escuálidos miserables heredado lo peor del Batuque río grandense, intentan a los manotazos, lograr una consigna de acción religiosa que jamás podrán obtener, por dos motivos fundamentales: uno, la herencia miserable en sí, los imposibilita de una maniobra capaz de lograr un cambio favorable, aunque lo deseen y sepan necesario, para que su “por qué” religioso se vea justificado; el otro motivo, su propia actitud cultural, rayana en el cretinismo, en la mejor acepción del término.
Este cretinismo contagioso y popularizado los lleva a funcionar a través de algunos medios, al son de la comparsa llamativa y bochinchera creada por “umbandaradio”, con su correspondiente gestor, un “Listorti” de turno, que además de haber demostrado en reiteradas oportunidades sus carencias de valores reales en lo que a religión respecta, también induce a pensar que su perfil psicológico está orientado a determinada masa humana, que no necesariamente tiene por qué responder a la realidad de Orixá en Buenos Aires.

Gracias a Olorum, en Uruguay tenemos algo que esos peleles no tienen ni quieren, ni nunca tendrán: una línea intelectual y moral libre de máculas afectadas y distorsionadas por el eterno fantasma de la discriminación. Y la discriminación existe, es real. Pero en la medida que se siga escuchando esa versión ridícula y falsamente explicada de su significación, irán, en la medida que puedan, hundiendo paulatinamente las posibilidades de emerger verdaderamente de tal situación social, reconocida como discriminación.

En Uruguay tenemos exponentes religiosos, a nivel sacerdotal y cultural, firmes en sus convicciones, ajustados pertinentemente al panorama real de la marcha impertérrita e innegable de la religión de tendencia Orixá en este “nuevo mundo”, y porque no, también “tercer mundo”, sujeto a los vaivenes de la oferta y la demanda, en todos los rubros, de nuestras respectivas sociedades de consumo implantadas desde hace cuatro siglos en estas latitudes.

Además, dichos representantes, no guardan silencio, no sostienen un perfil bajo, cuando se trata de defender -exponiendo con razones inteligentes- la realidad de los valores que atañen al ámbito religioso, social y cultural.

Un Milton, sacerdote capaz de enarbolar una bandera bien desplegada en su obra intelectual y literaria, desde su Xangô.-


Un Alejandro, firme en sus convicciones razonadas pero s
in dejar de lado lo emocional, sustentando con la misma firmeza, el oxé que en odú le correspondió de su Xangô.


Un Osvaldo, sabio sacerdote, investigador incansable y ser
io, que ha sabido descartar aquellos aparentes valores superfluos que trataron de imponernos de múltiples maneras y por múltiples intereses, para saber quedarse con lo realmente valedero y, desde allí, darle luz pública e intelectualizada, a través de la propia luz de su Obatalá.-


Un Juan -que sin ser “santo de mi devoción”-, sacerdote de principios férreos, que sostiene un aparato bien estructurado al servicio de la comunidad, no sólo organizando alternativas valederas, sino también desorganizando todo lo fatuo que encontró en su camino, tal cual desbrava los matorrales su espléndido Ogum.


Y la lista podría seguir en forma profusa… Ellos, todos ellos, no sólo los cuatro brillantes ejemplos mencionados, han logrado desde su capacidad un avance para lo que es el camino religioso y socio cultural de Orixá en el medio uruguayo, abarcando además un nexo al cruzar fronteras con sus respectivas y cabales posturas.

Eso es la religión de Orixá en Uruguay, en casi todas sus formas (Batuque, Umbanda, Quimbanda –no exactamente la”Kimbanda” así con K, tan popularizada en lo circense de algunos lugares bonaerenses- , Candomblé, y hasta el novel africanismo que ha ido rescatándose paulatinamente desde sus aparentes raíces, adaptándolas adecuadamente en nuestro medio, sin la ridícula pretensión de recrear un África antigua que ya no existe, en una América moderna, latente de ambiciones puras.

Exaltaba un sacerdote montevideano hace un tiempo: “¡Con razón! Cada vez que voy a Buenos Aires y hablo, quedan con la boca abierta, como si estuviera diciendo cosas nuevas!!”.- La referencia tácita indica que no son “cosas nuevas” para él, pero sí para algunos de sus escuchas…

En Argentina también encontramos seres maravillosos que conllevan los valores pertinentes que corresponden al quehacer religioso. Ellos, se encuentran con un muro que no es infranqueable, pero sí sumamente molesto y entorpecedor: los medios de difusión religiosa y cultural, en manos de ineptos intelectuales que solo bregan por sus intereses pecuniarios.

Luis, excelente sacerdote conocedor de las diatribas de Orixá en el mundo terreno, por su experiencia personal y por su sagacidad intelectual, digna herencia de su Oxalá. Conciente, reconocedor y siempre con su mente abierta a la diversidad de opiniones, pero, drástico cuando se trata de desmantelar los circos montados a costas de las premisas de su sentir religioso, claro y contundente, inspirado y experimentado en su propia vida cotidiana, desde su pasado hacia su futuro. Sacerdote con sentido humano y socio cultural profundo, que vive su saber religioso tanto en el Ilé como entre casa.-

Roberto, un estudioso “impertinente”, sacerdote que no se permite cortapisas cuando de enarbolar la realidad se trata. Uno de los mejores exponentes religiosos y, uno de los filósofos de Orixá más avezados de la actualidad, en un nivel de características internacionales. Tal cual su Ogum Onirá lo induce a tal.-

Claudio, sacerdote incansable en su constante bregar por un mundo mejor, que munido de un sentido humanitario indescriptible y noble, vive pasando el rasero para que ese mundo mejor con el que sueña y anhela, sea parejo, multivalente y justo para todos, crey
entes y no creyentes, ricos y pobres, desde y para las diversas razas que pueblan esa espléndida nación, sin distinciones de credos ni pareceres, siempre que estos últimos resulten justos y prácticos para el pueblo todo.-

La lucha puede resultar múltiple en sus aspectos visibles, pero recordemos: llegados los momentos cruciales y de contundente acción, las ratas abandonarán el barco, como siempre lo han hecho, a través de los siglos, y los capitanes del mismo serán quienes nos lleven a buen puerto. Claro, esas peyorativas emisiones de radio fuera de contexto real, quedarán apagadas, para dar lugar a otros sonidos, más proficuos en realidades, más solventes en valores, y más adecuados a las necesidades verdaderas de nuestro pueblo de santo, de nuestros omo orisa, de nuestros adeptos de fe, de honor y de constancia en la vida.

El insulto procaz, puede resultar un arma más dentro de las tribulaciones que se manifiestan en un altercado que sea…

Ahora, si el insulto viene revestido de faltas ortográficas, de sensaciones de procacidad, de demostraciones tácitas de una ignorancia sustentada por el odio, la intención de enmienda sin tener con qué enmendar, en realidad, el insulto pasa de alguna forma, a componer el arsenal del insultado.